Morfemas de coco le caen de la boca
con aliento a saudade de vovó
enredado en elies correntinas
que circulean en su lengua
del lagrimal a la glotis el
salado amargo recorre
ahora un camino por
la muerte en vela
viernes, 26 de diciembre de 2014
lunes, 20 de octubre de 2014
FEiNÓMENO
Acá estoy viendo la tele con George en su casa quinta en González Catán y me encuentro con un anuncio por lo menos curioso: el jueves próximo se medirán a raquetasos Feinmann y Andy Chango por la "Copa Charuto". A pesar de mi bien conocido fanatismo por el deporte de la pelotita verde-limón, que nos ha regalado jovencitas tan fuertes como Martina o Gabi, esta vez deberé perderme el match por cuestiones ideológicas. Pues, queridos amigos, queda aquí develada la infame representación del crispado periodista. La verborragia moralista, como siempre sostuve yo, no era más que una formidable actuación, quizás digna del maestro Stanislavski. No era una sentida indignación por el quebranto de los valores de la ordenada vida de amor familiar entre varones y mujeres, de muy discretas perversiones, devotos y protectores de la nación republicana. Ni mucho menos sus juicios y gestos categóricos eran la expresión de la repugnancia que sentimos los que luchamos contra el elíxir canábico al ver a la juventud lobotomizada por la diabólica chala. No. Sus titánicos combates televisivos contra el vicio y la delincuencia, que tanto nos habían ilusionado, son un mundano producto mediático para sumar televidentes entre las Doñas Rosas de los barrios bajos. Pero no queda más que resignarse amigos, el apocalípsis ya está a unos pocos charutos de distancia.
lunes, 4 de agosto de 2014
Lo que fue sin ser - Micromonólogo (frustrado) x la Identidad
LO QUE FUE SIN SER
Debe ser lindo el lago, la verdad no lo sé. Porque
está siempre cubierto de esta neblina viscosa. Nos la pasamos dando vuelta tras
vuelta por la costa como si pudiéramos disiparla con nuestro movimiento. Hasta
que nos cansamos y caemos rendidos. Cuando recuperamos el aliento nos acercamos
gateando hasta el borde para chusmear lo que pasa a través del agua.
Siempre nos sentamos por grupitos: los que podrían
haber sido grandes personajes por un lado, los que vienen reencarnando, relegados
a la parte más baja y los simplones acaparamos el único sector con arena. Al
resto le toca el barro.
Ahora estoy siguiendo a una de las familias que yo habría
podido tener. Está por nacer mi no hermano en el interminable hospital Posadas.
Hasta puedo escuchar a la que nunca será mi mama en la habitación, con otras
tres mujeres, gritarle a la enfermera que rompió bolsa. Después la veo en William
Morris, las manos enrojecidas, lavando la ropa en el patio con agua
escarchada. Mi no hermano de seis meses
duerme en su cuna. Ahí lo veo también a
mi no papá guardando una caja con granadas y fusiles debajo de la cama,
mientras otra pareja prepara la comida. Desde el éter acuoso me llega el
estruendo de la puerta que estalla por el patadón del Sargento Bermúdez.
Ratatatata y se llevan al bebé.
Algunos años más tarde, que para mí fueron unas
vueltas más al lago, la veo a mi no abuela. Lleva las cuentas del reparto de
fideos en Padua y le prepara la comida a mi no tía, como un día cualquiera. (Los
otros retoman la caminata pero yo me quiero quedar mirando en el lago). Ahora
mi no abuela está en la fila del banco y charla con la cuñada del Sargento Bermúdez.
Que grande que está tu nene!, le dice mi no abuela. Se le nota que reconoce los
ojos de su hija y el pelo de su yerno, pero no parece triste. Ni enojada, ni
melancólica. Tiene la cara de nada de las viejas que hablan por hablar en el
banco.
Estoy de nuevo sobre mis pies sin encontrarme en la
neblina. Me muevo junto al resto pero no creo estar donde debo. Será que el
aire se resiste a mi paso o la orilla ya no soporta mis talones, pero quiero
detenerme. Lentamente me pierdo. Mis rodillas de nuevo sobre la arena, me
inclino y mi reflejo aparece. Disperso las ondas con mi dedo y el agua del lago
se convierte en una casa venida a menos. En el piso de la cocina la cuñada del
Sargento Bermúdez se desangra. Mi no hermano está sentado a su lado, tiene
barba y un Tramontina en la mano. Niñooo, deja ya de joder con la
pelota...sigue cantando Serrat, pero él no puede escucharlo bien. Tiene un
tapón de recuerdos en el oído y una maraña de imágenes y gritos se le agolpan
detrás de los ojos, entre las sienes, amenazando con estallar en miles de falsas
esquirlas.
Dejame sentir tu desconcierto hasta desintegrarme
en la neblina.
martes, 7 de enero de 2014
Crónica de mi vida
Sandra sale de su casa con el pelo mojado y una tostada en la boca. En una mano la cartera, con la otra cierra la puerta. El ascensor para directo hacia el 10; tiene tiempo de terminar la tostada de dos bocados. Llega a planta baja, se revisa el escote en el espejo del pallier. Se las levanta, las acerca y se sube un poco la musculosa. Cuando sale escucha dos bocinazos. La camioneta del canal está en la puerta esperándola. Su compañero le chifla, por si no se dió cuenta de que tiene que apurarse.
- Rubia vamos a Caseros y Monteagudo, asi que abrochate porque no llegamos si no.
- Qué es?
- Un drogón se comió un poste en moto y tiene media jeta arruinada.
- Ah, pensé que era un incendio, le dice ella mientras se muerde un pellejo del pulgar.
- Despertate Rubia, llegamos
- Pará boludo, estaba soñado con Laport.
- Si, si, yo después te muestro la de Laport. Ahora bajá que tenés que entrevistar a ese boludo.
Son los primeros en llegar. Obviamente. Sandra se acerca al tumulto, empuja un poco con los codos y se abre paso. Tirado en la calle un tipo con el jean roto, cuello ortopédico y pelo largo. En la remera tiene una especie de babero de sangre y tapándole la mitad de la cara una gasa. Se ve más sangre alrededor de la mandíbula. Sandra se acerca.
- Hola pibe, soy de Crónica. Que pasó?
El tipo dobla la pierna derecha sobre la rodilla izquierda, canchero.
- Y...como en la formula 1 viste, vas al palo y de repente estás en el piso. Es que al palo todo es distinto viste, no te para nadie nena, no me para ni Schumacher...
- Pero donde te duele exactamente, sentís que tenés algo roto?
- Y...la cara me quema un poco, debo tener un poco raspada...
En eso la gasa se corre y se ve una parte del tabique.
- A ver...te acomodo un poco acá...
Le dice Sandra con pena. Enrolla un poco el cable del micrófono para no caerse arriba del flaco, lo mira a su compañero y le hace gesto de que corte.
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