Dejá de decir barrabasadas, querés!, le respondió el don a la doña, mientras se sacaba el traje. En bóxer, medias y ojotas empezó a
picar el piso de la cocina. Ella le cebó un mate y se fue a dormir la siesta. La mujer se despertó en la cresta de una ola pequeña, que la arrastró hasta el living. Está
bien, llamá al plomero ese, pero decile que a mí no me va a robar eh!, gritó
él, que flotaba agarrado de la caja de herramientas.
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