Estas coles son las mieses de nuestros
ancestros.
Klaus, el dorado
No sé qué es lo peor, la verdad no lo sé. Creo que ese paso
pusilánime del peón, ese desperdicio gratuito de un casillero al inicio del
juego. Si te lo están dando de yapa, por qué resignarlo???? Nadie en su sano
juicio deja pasar el ingreso al cuadrado central. Y los que así se mueven
deberían estar sentados en este sillón, no yo!!!!
Crash. Se rompe el cenicero de cerámica contra el piso. Abren la
puerta. Jefa de enfermeras: Todo bien? Si Matilde, tranquila, fue una torpeza
nomás. Dice Jacobo.
Por qué te enoja tanto que las blancas se muevan un casillero en
vez de dos?
Es que no es solo eso!!. Si Esther aprieta un poco más la uña del
índice derecho contra el huequito detrás de la rodilla puede que logre un pequeño corte. Pero él le
ofrece un cigarrillo.
Ese avance no es más que un acto de cobarde negligencia doctor. Es
abrir una diagonal oscura y tan despejada a la vez. Una ruta sin sobresaltos
que abre el juego con una sentencia de muerte para el pobre dignatario blanco.
Un movimiento temerario, mucho más contranatura que los degenerados del otro
pabellón.
Los ojos de Esther se clavan en el portarretratos sobre el estante
de la biblioteca, detrás del Dr. Carrizo. Cuenta la cantidad de escalones que
descienden los novios.
Son seis. d3 es justo la mitad...dice Esther mascullando. Sus pupilas se pierden y vuelven por casualidad a los ojos de él. Ella casi nunca deja de
sostenerle la mirada, como si la sujetara alguna especie de respuesta
inminente.
Cuando el peón avanza hasta d3 no está solo dejando vulnerable al
rey. Le abre el juego al alfil defectuoso, al segundón, y lo peor es que la
reina debe mirarlo todo, impávida. No podrá todavía conquistar su libertad y
terminará probablemente sacrificándose por el soberano. Es enervante...dice.
La sesión termina justo con el timbre del almuerzo. Esther camina
por el pasillo con las manos en los bolsillos de su pantalón de corderoy
marrón, rascando la madera de un caballo negro. Estrictamente solo le queda la
cabeza del caballo, aunque hace más de un año que lo lleva a todos lados con
ella. Se detiene junto a la ventana para intentar descubrir quién la trae a la
psiquiatra nueva. Ahí baja de un taxi sin ningún acompañante, corre hasta la
entrada protegiéndose de la lluvia con su portafolios y se pierde en el hall.
Quizás podría pedir cambio de psiquiatra, después de todo a Teresa se lo
permitieron., aunque en realidad ella no...
Hay una revista entre el respaldo del banco de madera, el de las
visitas, y la pared. Se ve que se le cayó a alguien pero no hay nadie para
reclamarla. Es una de variedades de hace un par de años aunque no reconoce a
nadie en la portada. La hojea apurada, mojándose el anular cada tres páginas.
Casi llegando al final reconoce una foto. Es Kasparov, en una entrevista
después de la revancha contra Deep Blue. Abrió con d3, Kasparov abrió con d3!.
Lo repite varias veces más en automático, como un mantra ahogado por el barullo
de platos y cuchillos.
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